Pienso, siento y actúo, tres conceptos que he escuchado repetidamente en todas mis terapias. Sé que mi consejera lo enfatiza con la intención de que yo no lo olvide. Pues ese trío de palabras, son las que me ayudan en los días que siento que no puedo más. Y es que todos tenemos días buenos y otros no tanto. Días en los que las horas pasan lentas y los problemas parecen no acabar. Días donde no encontramos como respirar aire puro, pues todo el aire parece pesado. Días que queremos enganchar los guantes y tirar la toalla, pero las responsabilidades nos obligan a mantenernos en pie.
Y se preguntarán, ¿Cómo tres palabras pueden cambiar mi vida?
Fácil la receta es comenzar por cambiar mi manera de pensar. Convertir lo negativo en positivo, convertir mi realidad en optimismo y felicitarme por lo que he logrado. Tenemos la mala costumbre de enfocarnos en lo que no completamos, en lo que salió mal, en lo que nos trauma. Así que el primer paso es cambiar el enfoque; ver lo que sí logramos, lo que salió bien, lo que nos alegra. De esa manera es más sencillo sustituir un pensamiento dañino a un pensamiento eficaz.
Una vez hecho esto, es tiempo de felicitarnos por lo que hemos cumplido y automáticamente nos sentiremos mejor. Sonríe sin motivo alguno, escucha música de tu preferencia, escribe cómo te sientes, lee un libro. Haz algo para ti. Crea arte, llama a un amigo. Pasa tiempo con tu perro o en la naturaleza. Haz lo que te haga feliz. Lo importante es mantener la mente y el cuerpo, ocupados en algo que te guste. Tenemos que mantenernos en movimiento.
Entonces surge la magia, ya estamos pensando en cosas buenas, nos sentimos con menos cargas. Y actuamos conforme a lo que pensamos y sentimos. Hemos vencido al mal día cuando cambiamos nuestra actitud. Recuerda es más fácil decirlo que hacerlo. Pero “la práctica lleva a la perfección”.
Benditos sean esos malos días que nos hacen apreciar los días buenos.
-Candi Serrano
Comience una cadena de ayuda, comparte esta publicación con alguién que podría necesitarla.